martes, 29 de mayo de 2007


UN HERMOSA HISTORIA...

La abuela Antaram no sabía hablar armenio, porque en su tiempo los turcos les cortaban la lengua a quien lo hablara. De modo que la abuela hablaba en turco. Pero en la intimidad de las paredes de su casa había aprendido a rezar y lo había aprendido en armenio. Y fue suficiente. Se dice que el idioma inglés es para el comercio, el francés para el amor, el español para la literatura, y los armenios dicen que el suyo es para la oración. Su idioma les sabe a sí mismos al dulce azucarado de sus frutos, de sus uvas, manzanas y damascos. Algo así como si hubiera tomado la dulzura desde ellos. Y piensan que es en la suavidad de las sedas del oriente, de dónde han tomado sus palabras. De seguro, ni tan frutos ni tan seda. Sólo el monte Ararat al alejarse con la vista en la distancia que les habla de su historia y desconsuelo. Les hablan las ruinas de infinidad de monasterios devastados, cuna de inmemoriales manuscritos. En el trabajo delicado de los monjes en sus claustros a la luz de una vela, en la absoluta soledad de los entornos, en universal silencio. En el Madenatarán, el museo que los alberga, donde ahora reposan aquellas valiosas obras literarias, litúrgicas, de historia. En la filigrana de sus letras dibujadas con pájaros multicolores. Desde sus vetustas cruces talladas a mano en la piedra, de diseños sin duplicar. Hablan su idioma las bellísimas iglesias entre caminos perdidos, entre peñascos, o en la profundidad de la tierra, de perfecta acústica. O en sus montañas donde suenan los ecos de las voces ancestrales, calientes de plegarias. De esas mismas oraciones, de donde sacaron y sacaron tanta fuerza.Su idioma está en la tierra hecha de piedras y cascotes, donde solo el sudor le da la vida. En los lagos azules que reflejan sus flores blancas los manzanos en primavera.En el agua que fluye de arroyos y de ríos, se hace hielo y baja helada, crocante, de la montaña. En las nieves posándose en los techos tibios de hogar. En el verdor de sus vid, en el rojo de su vino. En la fina lámina de masa hecha pan, sobre la piedra ardiente de fuego. En las manos de la mujer tejiendo encajes o levando alas de mariposas en su danza. En los ojos negros, en su piel aria, su nariz aguileña. En el pelo rubio de sus príncipes hermosos devenidos en oscuros en el arrastras de historias. En el coraje hecho lágrimas, en las voces de las madres de esos hijos perdidos en las dolientes tierras. En la sangre que corrió más a raudales que su vino. En las voces de las gestas victoriosas heroicas. Y en las derrotas ante la injusticia de la humanidad. La voz de su idioma es que acuna al niño. Es la misma voz de la abuela Antaram que se hizo sólo de rezos. Y se hace sólo rezo en la voz de mis nietos que yo les enseñé, que no saben hablar en armenio.
Luisa Malezian
La Comisión de Damas de la UCA de Marash agradecen este escrito. 26/06/03

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